El señor corta las plantas de arroz y las amontona delicadamente. La mujer las golpea y hace caer los granos sobre la tela para secarlos. El otro hombre quema las ramas secas mientras la otra señora embolsa el producto. Imágenes que rondan en mi mente mientras, exhausto, voy volviendo luego de mi caminata. Me hidrato y me dispongo a investigar sobre el cultivo y la producción de arroz en Bali, lo cual me resulta alucinante y absolutamente admirable. Soy un ferviente consumidor de arroz, una delicia en todas las formas posibles que su amplia versatilidad ofrece, aunque jamás me había ocupado de conocer lo que sucede antes de que llegue cocinado a mi plato. Aquí aún prefieren realizar el proceso productivo de manera artesanal y tradicional. De modo que miles de agricultores, mujeres y hombres en general de edades avanzadas y con curtidas pieles oscuras, con los clásicos sombreros cónicos de paja sobre sus cabezas, trabajan todos los días del año desde la salida del sol hasta su puesta, bajo altísimas temperaturas e insoportables niveles de humedad, en un proceso perfectamente planificado que conforma una increíble cadena de producción compuesta íntegramente por seres humanos. Si debiera describirlo rápidamente y prescindiendo de detalles, diría que lo primero que hacen es preparar las tierras realizando el primer arado en seco. Luego de lo cual, para ablandar los terrenos, inundan los campos de agua proveniente de manantiales y ríos que llegan a través de canales realizados manualmente, aprovechando los desniveles de la superficie, formando así enormes charcos que generan hermosos espejos de agua en los que se reflejan los bellísimos paisajes de la isla. Una vez llenos de agua, los trabajadores aran nuevamente los terrenos embarrando sus pies descalzos, para nivelarlos y dejarlos prontos para la siembra. Allí comienza la etapa de sembrado de las pequeñas plántulas que previamente han crecido en trozos de tierra destinado para tal fin. Se colocan manualmente una por una, en filas milimétricamente diagramadas con una separación justa y necesaria entre sí. Durante los tres meses de crecimiento el agua corre de manera constante para mantener los arrozales hidratados mientras los agricultores se dedican todos los días a limpiar los arrozales y protegerlos de pájaros, bichos y enfermedades. Antes de la cosecha los suelos son drenados para luego con una guadaña cortar las plantas una por una. El siguiente paso consta de golpear varias veces cada planta contra una estructura de bambú hasta separar todos los granos de las ramas. Posteriormente se filtra el arroz exhaustivamente en una especie de gran colador, que elimina las impurezas y deja el grano puro para ser secado y luego empacado. Mientras las mujeres se encargan de los pasos finales de purificación de granos, los hombres arman grandes fogatas donde queman los residuos secos de plantas y después guían hacia los campos larguísimas filas de patos adiestrados, que son los encargados de comer los desechos, gusanos y bichos, que luego defecan abonando la tierra para la siguiente siembra. El clima tropical de la isla y la fertilidad de sus tierras permiten realizar al menos tres cosechas al año, en las cuales toda la comunidad participa de modo impecablemente organizado. Los balineses ingieren arroz en el desayuno, en el almuerzo y en la cena, conformando así una de las comunidades de mayor consumo y, dado que la mayoría de las tierras son propias, gran parte de la producción es destinada al consumo propio y solo el excedente se comercializa. Luego de conocer lo que implica su producción, el arroz me gusta aún más y cuando lo como lo hago con cierto respeto y agradecimiento, sabiendo fehacientemente que no sería yo capaz de participar ni siquiera un rato en el proceso de producción, ya que por el solo hecho de haber estado una hora caminando entre arrozales y derramando mares de sudor intentando tomar las fotografías que ilustran este texto, para evitar el desmayo he tenido que refugiarme bajo la sombra de una palmera hasta recuperar el vigor necesario para regresar lentamente a casa a beber sin pausa casi un litro de agua fresca y así, volver a sentirme vivo.

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